- Testimonios sobre el trabajo obrero en el siglo XIX.
“Me situé en la calle Oxford de Manchester u observé
las riadas de obreros en el momento en que abandonaban las fábricas, a las 12
en punto. Los niños tenían casi todos mal aspecto, eran pequeños, enfermizos;
iban descalzos y mal vestidos. Muchos no aparentaban tener más de 7 años. Los
hombres, de 16 a 24 años en general, ninguno de ellos de edad avanzada, estaban
casi tan pálidos como los niños. Las mujeres eran las que tenían apariencia más
respetable, pero entre ellas no vi ninguna que tuviese un aspecto lozano, o
bello. Vi, o creí ver, una estirpe degenerada, seres humanos mal desarrollados
y debilitados, hombres y mujeres que no llegarían a viejos, niños que jamás
serían adultos saludables. Era un triste espectáculo”
Turner Thakrah. Informe del médico 1831
“Betty Harris, 37 años; me casé a los 23 años y solo después bajé a la mina. No sé leer ni escribir… Arrastro las vagonetas de carbón y trabajo desde las 6 de la mañana a la 6 de la tarde. Hay un descanso de una hora para almorzar, y me dan para ello pan y
mantequilla, pero nada de beber. …Tengo puesto un cinturón y una cadena que me pasa entre las piernas y avanzo con las manos y los pies. La galería es muy pendiente y nos debemos tomar de una cuerda; cuando no la hay, nos agarramos a todo lo que podemos. En los pozos donde yo trabajo, hay seis mujeres y media docena de niños y niñas”.
Fuente: Grupo Germania. “Materiales para la clase”
Testimonio de un obrero ingles de
1832:
“Tenía yo 7 años cuando comencé a trabajar en la fábrica. Las horas de trabajo eran de cinco de la mañana a ocho de la noche, con descanso de treinta minutos al mediodía para descansar y comer. En esta fábrica había cincuenta niños de mi edad poco más o menos. Con frecuencia caían enfermos a causa del trabajo pesado. ¡A golpes de látigo era como mantenían a los niños trabajando!”
(En Documents et Civilisations du Moyen Age au 20ème siècle, Clasiques Hachette, París 1975 pag101.)
“Tenía yo 7 años cuando comencé a trabajar en la fábrica. Las horas de trabajo eran de cinco de la mañana a ocho de la noche, con descanso de treinta minutos al mediodía para descansar y comer. En esta fábrica había cincuenta niños de mi edad poco más o menos. Con frecuencia caían enfermos a causa del trabajo pesado. ¡A golpes de látigo era como mantenían a los niños trabajando!”
(En Documents et Civilisations du Moyen Age au 20ème siècle, Clasiques Hachette, París 1975 pag101.)
“La población empleada en las
fábricas de algodón se levanta a las cinco en punto por la mañana, trabaja en
las hilanderías desde las seis de la mañana hasta las 8 y regresa a casa
durante media hora o cuarenta minutos para desayunar. Esta comida consiste
generalmente en té o café con un poco de pan. Algunas veces toma copos de
avena, pero de tarde en tarde y principalmente los hombres; el té es preferido
como estimulante, fundamentalmente por las mujeres. (...) los trabajadores
vuelven a las hilanderías y fabrican hasta las 12, teniendo una hora para
comer. Entre aquellos que tienen los más bajos salarios la comida consiste en
patatas hervidas. La ración de patatas se coloca en un gran plato y se le añade
manteca de cerdo derretida, a lo que se le agrega ocasionalmente, trozos de tocino
frito; pero muy raramente carne. Aquellos que tienen mejores salarios, o
familias en las que se reúnen varios sueldos, añaden una mayor proporción de
carne, por lo menos tres veces por semana, pero la cantidad consumida por la
población obrera no es grande. La familia se sienta alrededor de la mesa y cada
uno rápidamente coge su ración o, por el contrario, todos meten su cuchara en
una fuente común, satisfaciendo su apetito con ansia animal. Al término de la
hora vuelven a las factorías hasta las siete o más tarde, volviendo a ingerir
té, a menudo mezclado con licores, acompañándose de un poco de pan”.
(J: P:
Kay-Shutthworth: The moral an physical condición of the working classes
employed in de cotton manufacture in Manchestter, Londres, 1832).
La jornada de
trabajo no tenía otro límite que el agotamiento completo de las fuerzas: duraban
14, 16, y hasta 18 horas...Las fábricas eran generalmente insalubres...los
techos eran bajos...las ventanas estrechas y casi siempre cerradas... (la
pelusa) pulverizada flotaba como una nube y se introducía en los pulmones...
(la humedad) saturaba la atmósfera y calaba los vestidos...Por la noche, el
humo de las velas engendraba una fiebre contagiosa...”
Paúl Mantoux “La
revolución industrial en el siglo XVIII.
Historia segundo
año CBU El mundo Moderno, La formación de América Latina. Sara Abadie, María A.
Galiana, Aurora Martino, Olga Núñez, Mary Sandrín, Cristina Siniscalco.
“La
invención y el uso de la máquina de peinar lana, que tiene por efecto reducir
la mano de obra de manera muy inquietante, inspira a los obreros y el temor
serio y justificado de llegar a ser ellos y sus familias, una grave carga para
el Estado.
Constatan que una
sola máquina, atendida por una persona adulta y servida por cinco o seis niños,
realiza tanto trabajo como treinta hombres trabajando a mano según el antiguo
sistema...
La introducción de
la citada máquina tendrá por consecuencias casi inmediata al privar de sus
medios de existencia a la masa de obreros. Todos los negocios serán acaparados
por algunos empresarios poderosos y ricos...Las máquinas cuyo uso lamentan los
peticionarios, se multiplican rápidamente en todo el reino, experimentándose ya
cruelmente sus; un gran número de obreros se encuentra sin trabajo y sin pan.
Con dolor y en la más profunda angustia ven aproximarse el tiempo de miseria en
el que cincuenta mil hombres, con sus familias, privados de todos los recursos,
victimas del acaparamiento, lucrativo y para algunos, y de sus medios de
existencia se verán reducidos a implorar caridad de las parroquias".
Petición de los
obreros a Cámara de los Comunes “Diario de la Cámara de los Comunes”1794.
Citado en López - Cordón y Martínez Carreras, Análisis y comentarios de textos
II pág. 215
hi
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